sábado, marzo 25, 2006

Un recuerdo...

Mi abuela dejó de empuñar un arado y de segar las malas hierbas para ir a ejercer un derecho hasta entonces vetado para ella: “el derecho al voto”.

La guerra que se llevó a su marido al campo de batalla le permitió demostrar que, hasta entonces, una tarea considerada únicamente viril podía ser desempeñada sin más por problema por una, no tan débil, mujer.
La República le otorgó el derecho a ejercer su libertad de elección en la vida política.

La guerra nos descubrió algo que no era necesario descubrir porque siempre había estado ahí: la fortaleza, la inteligencia, el valor, el sacrificio, virtudes quer la cualificaban en un plano de igualdad respecto a los hombres para ser fervientes defensoras de un modelo político como lo fue la República.

Algunas empuñaron un fusil, otras empaparon con su sangre la tierra que habían trabajado, otras se marchitaron esperando la muerte entre los fétidos barrotes de una cárcel que no entendía de libertad.

Quitamos y defendimos vidas, sembramos la tierra con nuestro sudor, se desgarraron nuestras entrañas ante la pérdida de la carne que engendramos, desde la carne que amamos…

No había necesidad de demostrarlo pero se demostró y aún a pesar de la evidencia hubo quién nos dijo que nuestro lugar estaba relegado al tálamo y a la cuna. No es de extrañar que nuestros propios compañeros pensaran que todo ello no valía para nada, lo triste y decepcionante es que fueran las propias mujeres quiénes pensaran así.

Cada mujer que murió ó luchó por la república, por su libertad, hoy en día permanece en la memoria y en los corazones de las mujeres que heredaron su estirpe.

O debería.


Paloma.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mal vamos cuando se veta un discurso que habla de valores y sentimientos porque no "queda bien" en acto político. Alguien debería reflexionar sobre ello.
Felicidades por pensar en hacer política, cunado la gran mayoría en Juventudes están pensando en otras cosas.

8:07 p. m.  

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